Recorrí la penumbra,
Hasta hallar esa alcoba húmeda
Pero llena de vida
Que me invitaba a perderme
En la llama de tu piel,
Descubrí entonces tus deseos
Iguales a los míos,
Convertidos en placeres carnales
Que socavaban la piedra
Debajo de nuestros pies,
Haciéndonos vulnerables
de nosotros mismos,
del amor, la pasión y caricias
que nos damos solo con mirarnos,
habitados por duendes y hadas
que desnudan nuestro placer
con polvo mágico y brillante
que se transforma en sudor
en medio de nuestras sábanas
tejidas por labios, manos y poros
sedientos de deseos nuevos,
perversos pero privados
desbordados de nosotros dos,
expectantes sombras que aguardan
detrás del vino, las canciones
y la vianda que es antesala
al mejor de nuestros juegos,
el de las caricias sin final,
son tus deseos los que quiero
en mi,
en la piel que te pertenece
y por derecho consumes
con tus manos y el resto de ti,
y son mis deseos
una antorcha que espera
sea tomada y llevada al lugar más alto
a ese cielo tuyo,
al climax del placer y el amor
que habitan solamente
en el seno de tus más ardientes deseos.
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